lunes, 15 de septiembre de 2014

TABOO 3: Mira Mamá, Sin Frenos

Por poco se me pasa actualizar el blog y El Lector Furioso haría honor a su nombre tirándome una grapadora a la cabeza, pero he sido fiel a mi palabra y he actualizado antes de que se pase el lunes :D Sin más, os dejo con la tercera entrega de Taboo, en cuanto a mí, estoy preparando unas cuantas entradas, pero no tengo aun con qué escribirlas...


Tras el relativamente “normal” número anterior (a pesar de las polémicas. Se nota que esta gente nunca ha leído la antología italiana Terror Blu), Taboo aprieta a fondo el acelerador con saña, y nos ofrece un número audaz, excitante, brutal y muy pero que muy para adultos(con sentido del humor, preferentemente). 


Para empezar Rick Veitch nos trae con A touch of vinyl su particular perversión de la cinta de Berlanga Tamaño natural, con el aderezo de unos extraños dibujos por ordenador, con babas y rayitas de calor incluidas dibujadas a mano en los momentos cumbres. Yo todavía no se si Berlanga le daría dos tortas o dos besos. La historia que sucede en Poker face debería ocurrir realmente en una de esas partidas de poker de famosos, donde estúpida y alegremente se derrochan fortunas que la mayoría de los mortales ni soñamos con ver. One good trick, con su historia de necrofilia a dos voces y su terrible conclusión, os obligará a daros una ducha tras su agria lectura. Moore y Campbell siguen con paso firme su, ya desde entonces, mítico From Hell. Y Transilvania Mon Amour es la palpitante, sexy y, a su manera romántica, continuación de Throat Sprockets a ritmo de The Doors. Una lástima que la serie terminase en una novela y no en un cómic de 300 páginas. Mención especial merece además la espeluznante contraportada de Simonida Perica-Uth, que aventaja a la igualmente turbia portada de Michael Zulli. 


Ahora bien, la palma se la lleva el relato de Rolf Stark y Marlene Stevens, A love in the afternoon. Alguién debería meter separatas de esta Obra Maestra del cómic más turbio y sin domesticarentre las páginas de este estúpido bestseller de temporada, hoy felizmente olvidado, titulado El niño del pijama de rayas. Desde luego, si Taboo tenía una razón de ser, era la de dar cobijo a obras cumbre del desasosiego como ésta y que, por cierto, prolongaron en la unánimemente odiada miniserie Rain. Es difícil contener más maestría y más daño emocional que la que Stark Y Stevens consiguen con unas pocas páginas. Eso sí, puede que después de su lectura os entren ganas de tiraros por la ventana. Ni se os ocurra. Más que nada porque entonces os perderíais el inmenso y perverso placer que supone la lectura de Taboo 4. 


El lunes que viene, más pesadillas con TABOO 4: JODOROWSKY Y MOEBIUS… ¡ ME LO PIDO! 

By El Lector Furioso

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