sábado, 14 de noviembre de 2015

¡¡Feliz Cumpleaños, Wendy Carlos!!


Tal día como hoy, 14 de noviembre, hace un buen montón de años, nació en Estados Unidos una persona cuyos trabajos cambiaron de manera drástica el devenir de la historia de la música, introduciendo de forma significativa un instrumento, por entonces relegado a composiciones experimentales, y hoy prácticamente esencial: el sintetizador.


Esa persona, cuyo nombre debería ser conocido mundialmente, no sólo por su aportaciones al mundo de la música electrónica, que supusieron un antes y un después, sino también por la enorme calidad de sus trabajos y la coherencia de su trayectoria es hoy poco menos que una desconocida.  Y es que, pocos, muy pocos, sabrían decir quién es Wendy Carlos. Todo lo más reconocerían alguna de sus estupendas versiones de Beethoven para “La naranja mecánica”, o el inolvidable tema que suena durante los créditos iniciales de “El resplandor”, sus dos colaboraciones con Kubrick. Dos trabajos soberbios que deberían haberle reportado algo más que la merecida etiqueta de compositora “de culto”.


Su primer trabajo, “Switched on Bach”, consistía en interpretaciones electrónica de música de Johan  Sebastian Bach y fue un inmenso éxito de público, recompensado con un grammy, pero también con algunas críticas miopes, que pretendían restarle mérito a una empresa quijotesca: nada más y nada menos que demostrar que el sintetizador moog (imposible no mencionar aquí a Robert Moog, otro nombre clave en su devenir musical) servía para crear música. Sí, hoy día esa afirmación es de cajón, pero en 1968 era ciencia ficción.



Su continuación, “The well tempered syntethizer”, fue un enorme paso adelante, tanto por el refinamiento en las ejecuciones, como por el amplio espectro de músicos versionados con enorme talento. Scarlatti, Monteverdi, por supuesto Bach y muchos otros suenan como nunca antes se habían escuchado, en esta, una Obra Maestra que llevó a un prestigioso crítico a decir que la interpretación del Concierto de Brandeburgo que ofrecía era la mejor interpretación de dicha pieza jamás hecha para medio alguno.


La enorme calidad de su trabajo (y justo es reconocer también la esencial contribución de su partenaire artística durante más de una década, Rachel Elkind-Tourre), le abrió las puertas del Paraiso: nada menos que colaborar con Stanley Kubrick en la ultraviolenta fábula futurista “La naranja mecánica”, resultados que deberían ser conocidos por todos y que contribuyeron muchísimo a acallar las escasas voces críticas que trataban torpemente de negarle a Wendy el pan y la sal.


Su siguiente trabajo, “Sonic seasonings” supuso su estreno como compositora (aunque ya en la BSO de “La naranja mecánica” había algunas piezas originales suyas). Nada menos que reinterpretar musicalmente las 4 estaciones con música electrónica y sonidos ambientales. Aunque se anticipó a la conocida como “ambient music” este trabajo sobrecogedor (mi favorito de entre toda su producción)  no tenía nada que ver con esa etiqueta. Antes parecía el intento de un alienígena por traducir al lenguaje musical su distorsionada percepción de las estaciones. Hay que oírlo para creerlo.


Inevitable pensar, a la luz de lo anterior, que sus dos siguientes  trabajos tienen algo de menor. No nos equivocaríamos, pero tampoco debemos por ello menospreciarlos: “Switched on Bach 2” es un disco encantador, donde sobresale por méritos propios una estupenda versión de otro de los conciertos de Brandenburgo. “By request” es una deliciosa majaronada, que alterna pasajes rutinarios con otros brillantes que pueden ser calificados como de lo mejorcito de la compositora:  Geodesic Dance” es alucinante, y “Little fugue in G minor” es casi sobrenatural en su excelencia.  

 
What´s new pussycat” es una delirante y maravillosa versión de la canción de Burt Bacharach del mismo título, reconvertida aquí en campo (de batalla) abonado a la experimentación más cachonda y desprejuiciada (imposibles maullidos electrónicos incluidos). Y si hablamos de desvergüenza, imposible no mencionar “Pompous circunstances”, que mereció el honor, por sus 12 minutos de bendita irreverencia, de ser censurada en Inglaterra.


A finales de los 70, Kubrick volvió a contar con Wendy y Rachel para poner música a la mítica cinta “El resplandor”. Sin embargo, y pese al excelente resultado, el perfeccionista director sólo utilizó un par de piezas  en la película, más otra para el tráiler norteamericano. Afortunadamente hoy podemos disfrutar del score al completo en los dos discos “Rediscovering Lost Scores 1 y 2”, y aunque algunas composiciones son ciertamente inadecuadas, la gran mayoría deberían haber sido utilizadas. Un auténtico clásico de la música más oscura y terrorífica. La década se cerró con otro trabajo de muy distinto signo e igualmente intachable: “Switched on Brandenburgs”, la recopilación al completo de los 6 Brandenburgueses de Bach.


Los 80 contemplaron el final de su asociación artística con Rachel Elkind, pero también su madurez como compositora, ya que, uno tras otro, entre 1980 y 1986 editó tres de sus mejores y más imprescindibles obras: la extraterrestre banda sonora de “Tron”, el portentoso “Digital Moonscapes” (música para las lunas del sistema solar) y “Beauty in the beast”, un feroz experimento que mezcla música de los lugares más insospechados, con afinaciones imposibles de lograr en el mundo real. Tres trabajos inmensos que muestran que Carlos no estaba 10 pasos por delante de cualquiera que se dedicara a la música electrónica, sino que había despegado definitivamente de nuestro planeta, dejando al resto tragando polvo.



Y a pesar de todo ello, no encontramos a nadie que haya seguido su senda, prefiriendo caminos fáciles y trillados, como muestra la pavorosa involución que la electrónica sufrió a partir de los 90. Wendy pareció desaparecer del mapa, entregando tan solo un par de obras aisladas y menores (una clase magistral narrada en primera persona con ejemplos en “Secret of synthesis”, una marciana colaboración con el cómico Weird Al Yankovic, en “Peter and the wolf” y un innecesario remake de “Switched on Bach”). Hasta que en 1998 volvió a dar señales de vida con una nueva Obra Maestra, “Tales of Heaven and Hell”, otra maravilla que iba a su aire, no tenía nada que ver con lo que se destilaba en aquella época, proponiendo nuevos caminos musicales, a las que se hicieron oídos sordos.



Hoy por hoy, con horrores electrónicos asaltándonos por doquier, se hace más necesario que nunca recuperar y reivindicar su obra.  Y aunque algunos dicen que los pioneros sólo se llevan flechas en el culo, en el Blog Sucio pensamos que Genios con mayúscula como Wendy Carlos, no merecen menos que la mayor y más sincera de las admiraciones. ¡¡Felicidades!!

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