Tal día como hoy, 14 de
noviembre, hace un buen montón de años, nació en Estados Unidos una persona
cuyos trabajos cambiaron de manera drástica el devenir de la historia de la
música, introduciendo de forma significativa un instrumento, por entonces
relegado a composiciones experimentales, y hoy prácticamente esencial: el
sintetizador.
Esa persona, cuyo nombre debería
ser conocido mundialmente, no sólo por su aportaciones al mundo de la música
electrónica, que supusieron un antes y un después, sino también por la enorme
calidad de sus trabajos y la coherencia de su trayectoria es hoy poco menos que
una desconocida. Y es que, pocos, muy
pocos, sabrían decir quién es Wendy
Carlos. Todo lo más reconocerían alguna de sus estupendas versiones de
Beethoven para “La naranja mecánica”,
o el inolvidable tema que suena durante los créditos iniciales de “El resplandor”, sus dos colaboraciones
con Kubrick. Dos trabajos soberbios
que deberían haberle reportado algo más que la merecida etiqueta de compositora
“de culto”.
Su primer trabajo, “Switched on Bach”, consistía en
interpretaciones electrónica de música de Johan Sebastian Bach y fue un inmenso éxito de
público, recompensado con un grammy, pero también con algunas críticas miopes,
que pretendían restarle mérito a una empresa quijotesca: nada más y nada menos
que demostrar que el sintetizador moog (imposible no mencionar aquí a Robert Moog, otro nombre clave en su
devenir musical) servía para crear música. Sí, hoy día esa afirmación es de
cajón, pero en 1968 era ciencia ficción.
Su continuación, “The well tempered syntethizer”, fue un
enorme paso adelante, tanto por el refinamiento en las ejecuciones, como por el
amplio espectro de músicos versionados con enorme talento. Scarlatti, Monteverdi,
por supuesto Bach y muchos otros
suenan como nunca antes se habían escuchado, en esta, una Obra Maestra que
llevó a un prestigioso crítico a decir que la interpretación del Concierto de
Brandeburgo que ofrecía era la mejor interpretación de dicha pieza jamás hecha
para medio alguno.
La enorme calidad de su trabajo
(y justo es reconocer también la esencial contribución de su partenaire
artística durante más de una década, Rachel
Elkind-Tourre), le abrió las puertas del Paraiso: nada menos que colaborar
con Stanley Kubrick en la
ultraviolenta fábula futurista “La
naranja mecánica”, resultados que deberían ser conocidos por todos y que
contribuyeron muchísimo a acallar las escasas voces críticas que trataban
torpemente de negarle a Wendy el pan y la sal.
Su siguiente trabajo, “Sonic seasonings” supuso su estreno
como compositora (aunque ya en la BSO de “La
naranja mecánica” había algunas piezas originales suyas). Nada menos que
reinterpretar musicalmente las 4 estaciones con música electrónica y sonidos ambientales.
Aunque se anticipó a la conocida como “ambient
music” este trabajo sobrecogedor (mi favorito de entre toda su
producción) no tenía nada que ver con
esa etiqueta. Antes parecía el intento de un alienígena por traducir al
lenguaje musical su distorsionada percepción de las estaciones. Hay que oírlo
para creerlo.
Inevitable pensar, a la luz de lo
anterior, que sus dos siguientes
trabajos tienen algo de menor. No nos equivocaríamos, pero tampoco
debemos por ello menospreciarlos: “Switched
on Bach 2” es un disco encantador, donde sobresale por méritos propios una
estupenda versión de otro de los conciertos de Brandenburgo. “By request” es una deliciosa
majaronada, que alterna pasajes rutinarios con otros brillantes que pueden ser
calificados como de lo mejorcito de la compositora: “Geodesic
Dance” es alucinante, y “Little
fugue in G minor” es casi sobrenatural en su excelencia.
“What´s
new pussycat” es una delirante y maravillosa versión de la canción de Burt
Bacharach del mismo título, reconvertida aquí en campo (de batalla) abonado a
la experimentación más cachonda y desprejuiciada (imposibles maullidos
electrónicos incluidos). Y si hablamos de desvergüenza, imposible no mencionar
“Pompous circunstances”, que mereció
el honor, por sus 12 minutos de bendita irreverencia, de ser censurada en
Inglaterra.
A finales de los 70, Kubrick volvió a contar con Wendy y
Rachel para poner música a la mítica cinta “El resplandor”. Sin embargo, y pese al excelente resultado, el
perfeccionista director sólo utilizó un par de piezas en la película, más otra para el tráiler
norteamericano. Afortunadamente hoy podemos disfrutar del score al completo en
los dos discos “Rediscovering Lost
Scores 1 y 2”, y aunque algunas composiciones son ciertamente inadecuadas,
la gran mayoría deberían haber sido utilizadas. Un auténtico clásico de la
música más oscura y terrorífica. La década se cerró con otro trabajo de muy
distinto signo e igualmente intachable: “Switched
on Brandenburgs”, la recopilación al completo de los 6 Brandenburgueses de
Bach.
Los 80 contemplaron el final de
su asociación artística con Rachel
Elkind, pero también su madurez como compositora, ya que, uno tras otro,
entre 1980 y 1986 editó tres de sus mejores y más imprescindibles obras: la
extraterrestre banda sonora de “Tron”,
el portentoso “Digital Moonscapes”
(música para las lunas del sistema solar) y “Beauty in the beast”, un feroz experimento que mezcla música de los
lugares más insospechados, con afinaciones imposibles de lograr en el mundo
real. Tres trabajos inmensos que muestran que Carlos no estaba 10 pasos por
delante de cualquiera que se dedicara a la música electrónica, sino que había
despegado definitivamente de nuestro planeta, dejando al resto tragando polvo.
Y a pesar de todo ello, no
encontramos a nadie que haya seguido su senda, prefiriendo caminos fáciles y
trillados, como muestra la pavorosa involución que la electrónica sufrió a
partir de los 90. Wendy pareció desaparecer del mapa, entregando tan solo un
par de obras aisladas y menores (una clase magistral narrada en primera persona
con ejemplos en “Secret of synthesis”,
una marciana colaboración con el cómico Weird
Al Yankovic, en “Peter and the wolf”
y un innecesario remake de “Switched on
Bach”). Hasta que en 1998 volvió a dar señales de vida con una nueva Obra
Maestra, “Tales of Heaven and Hell”,
otra maravilla que iba a su aire, no tenía nada que ver con lo que se destilaba
en aquella época, proponiendo nuevos caminos musicales, a las que se hicieron
oídos sordos.
Hoy por hoy, con horrores
electrónicos asaltándonos por doquier, se hace más necesario que nunca
recuperar y reivindicar su obra. Y
aunque algunos dicen que los pioneros sólo se llevan flechas en el culo, en el
Blog Sucio pensamos que Genios con mayúscula como Wendy Carlos, no merecen
menos que la mayor y más sincera de las admiraciones. ¡¡Felicidades!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario