miércoles, 4 de febrero de 2015

Grandes Autores del Cómic Indepediente: Rick Veitch


Desde luego una cosa no se le puede negar a Alan Moore: siempre ha tenido un buen ojo para sacar a la luz talentos que, de otra manera, habrían permanecido confinados en los márgenes del underground más minoritario. Sucedio con la excelente Melinda Gebbie, que ya tenía una carrera dilitada hasta que se encargó del dibujo de The lost girls, atrayendo la atención internacional, y antes que ella con personalidades hoy tan justamente relevantes como David Lloyd, Dave Gibbons y Eddie Campbell, autor éste último de dos de las mejores series alternativas de las últimas décadas: Baco y Alec, ambas editadas (o en proceso) por Astiberri en estupendas y muy recomendables ediciones.


Pero todo tiene un comienzo, y ese podría ser perfectamente la andadura de Moore en la serie “La cosa del pantano”, sin duda su Obra maestra (al menos hasta el número 50. Lo que vino después era, ejem, discutible). Gracias a estos cómics, que reverdecieron un personaje que llevaba languideciendo en pantanosa mediocridad desde que Len Wein y Berni Wrightson se desentendiesen de su criatura allá por los 70, los fans españoles pudimos conocer y disfrutar del trabajo de tres grandes autores: John Totleben, cuya carrera en solitario nunca acabo de despegar, pese a excelentes trabajos en Miracleman y al libro de ilustraciones Fetal Brain Tango; el ya conocido por los visitantes del Blog Sucio, Stephen Bissette, creador entre otras muchas Obras maestras de la antología Taboo y de la excepcional serie inconclusa Tyrant, y el caballero que nos ocupa hoy, el simpar Rick Veitch.


Hablar de Veitch es hablar de un talento iconoclasta y feroz que no admite parangón, de un Artista con mayúsculas de desbordante imaginación, de un guionista imaginativo, original y retorcido, de un dibujante genial y personalísimo y de un colorista mágico.


La carrera de Rick Veitch, comenzó de la mano de Stephen Bissette y la Joe Kubert School, desparramándose a través de un puñado de feroces historias cortas para las más variopintas publicaciones, hasta que a finales de los 70 se les encomendó la marciana tarea de adaptar al cómic nada menos que la película de Steven Spielberg 1941.


Por supuesto, ambos estuvieron a la altura, y el resultado fue un trabajo personalísimo, brillante, sórdido, feista, ofensivo, tan enloquecido que provocó la airada protesta del mismísimo Spielberg (que, al menos,  admitió que sus autores tenían talento aunque demente) y el rechazo del público, frustrando las expectativas que su editor, Heavy Metal, tenía en conseguir un nuevo éxito de crítica y público equiparable al obtenido por la hoy clásica adaptación de Alien, el octavo pasajero, realizada un año antes por Archie Goodwin y Walter Simonson.


A continuación, el talento sin freno de Veitch se desparrama en un puñado de historias cortas para la revista Epic, donde se destapa como un colorista excepcional, con un uso mágico del aerógrafo, equiparable al del mismísimo Richard Corben, lo que le valió encargarse de los colores de otra adaptación al cómic: la llevada a cabo por Al Williamson de la película Flash Gordon. De esa época datan también dos de sus mejores trabajos: la serie en 8 partes Abraxas and the earthman y la novela gráfica Heartburn. Pura psicodelia.


Estos trabajos, inéditos en España, pueden adquirise en tres maravillosos volúmenes  imprescindibles titulados Shiny Beasts, Abraxas and the earthman y Heartburn and other stories.

No quedó ahí la cosa: paralelamente a su extraordinario trabajo en la comentada La cosa del pantano (donde se ocupó nada menos que de la creación gráfica del pesadillesco Invunche), comenzó a poner los cimientos de su trilogía superheroica de gran acidez (en el sentido de humor ácido, pero también de lisergia) y que debería ser bien conocida por los lectores españoles. Me refiero a su trilogía formada por The one, The Maximortal y The Brat Pack, editadas aquí por Norma editorial y aún fácilmente conseguibles, aunque sean de segunda mano.


Tras la marcha de Moore de La cosa del pantano, Veitch tomó las riendas de la serie, terminando con una polémica de órdago cuando DC se negó a publicar un capítulo en el que Swampy se transmutaba en lago así como la cruz donde estaba clavado Jesucristo, lo que provocó su marcha… para bien.


Ya que ello le permitió iniciar la que tal vez sea su obra más personal: una especie de mapa onírico de sí  mismo y su relación con los demás titulada Roarin´Rick Rarebit Fiends. Una gloriosa serie de 21 números que es de lo mejorcito editado por el cómic USA de los 90. 20 números de la serie fueron recopilados en 3 tomos (Rabid eye, Pocket Universe y  Crypto Zoo), dejándose colgado el nº 21 ya que iba a suponer el principio de una saga o un cambio de rumbo que no llegó a cuajar. Tristemente, todo esto permanece inédito en España.


Tras reencontrarse en los 90 con Alan Moore y sus Tomorrow Stories, realizar con Bryan Talbot la miniserie  Teknophage, y escribir para Image la miniserie Cy-Gor entre otros trabajos, Veitch volvió a DC para crear otra de sus Obras Maestras: la novela gráfica de 400 páginas Can get no. Una personalísima parábola sobre el 11-S con dos niveles de lectura: uno para las imágenes, que desarrollan una historia muda emparentada con Timothy Leary, Phiilip K Dick, Ray Bradbury y Wiilliam Burroughs y otro para los (en ocasiones) impenetrables textos. Un rotundo ejemplo de afirmación artística, que nunca ha visto la luz en nuestro país.


Además se ha encargado de la serie satírica para Vertigo Army@love y de proyectos tan curiosos como una personal y extraña versión del clásico personaje The question, o la aclamada historia de Las Tortugas Ninja “The river”


Desde luego, y tras tantos años una cosa está clara: al inconformismo de Rick Veitch todavía le queda cuerda para rato. Y mientras esperamos su próxima Obra Maestra podemos acudir a comprar las ediciones americanas de sus mejores creaciones, ya sea a través de Amazon, Atomic Avenue, mycomicshop o  comics que merecen.

Merece la pena. Palabra del lector furioso.

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