Uno de los regalos más apreciados de entre los muchos que
recibí la pasada Navidad, y tal vez el
más sorprendente por inesperado, ha sido el
tomo integral de Puño de Hierro, editado por Panini hace unos pocos
meses.
¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya antes y mejor? La
lectura es absolutamente imprescindible, las tramas son demenciales, parecen
escritas por un emocionado cuya dieta cinematográfica se redujera a enloquecidas películas de Kung Fu. Poner a
Puño de Hierro a luchar con un ejército de 1.000 hombres a tortazo limpio es
maravilloso. ¡Pero la aparición sorpresa
y absurda de un Ninja en su ayuda hizo que casi se me saltaran las
lágrimas de la emoción! ¡Que bien entendían sus guionistas la mecánica demente
que animaba las mejores pelis de kárate: Hacer del exceso una virtud!
Y encima salen muy pocos superhéroes, dibujan Gil Kane y
John Byrne, los guiones de Chris Claremont son de lo mejorcito del Marvel
setentero y tiene cerca de 700 páginas, con color restaurado (pero no
cambiado), en gloriosa tapa dura.
Por establecer una analogía culinaria, si los cómics
independientes con los que tanto disfruto serían jugosos entrecots,
perturbadoras y tiernas chuletas ibéricas, apetitosos lomos de salmón a la
parrilla… Puño de Hierro sería una contundente hamburguesa. Pero no una de esas
de plástico de franquicias idénticas. No. ¡¡¡¡Una puta hamburguesa de buey de
Heresford!!!!
A CONSUMIR Y DISFRUTAR CON CADA BOCADO, PERDÓN, CON CADA
PÁGINA
Una reseña escrita por el Lector Furioso a las 14:00 de la tarde.
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