Siempre he sido un gran fan de Scooby Doo: de los dibujos
animados clásicos de los 60 y los 70, pero también de las poco conocidas por
estos lares adaptaciones al cómic publicadas en los USA por Goldkey y que aquí
aparecieron en la colección Copito: el payaso fantasma, la momia, el espectro
del pirata Barbarroja, el Caballero Negro, los tres fantasma, y mi absoluta
favorita: El castillo de Frankenstein que apareció en el nº 13 de Copito y que
presentaba al Gran Danés en un castillo embrujado, donde moraban nada menos que
Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo. Lo compré con 6 años y lo perdí. Y, por
primera vez en mi vida, empecé a buscar como loco el tebeo por kioskos,
panaderías y baratillos, hasta que al final lo encontré 2 años después. De la
emoción, le dí un beso al tebeo y mi
padre me dijo “Niño, ¿Eres tonto?” “Tonto no, Papá: COLECCIONISTA”, debería haber dicho. Si es que se me escapan
las mejores, jolín.
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