Bueno, llegamos a la última entrega de Taboo escrita por El Lector Furioso, que ha hecho una de las entradas más completas de esta antología capitaneada por Stephen Bisette. Pero no es la última colaboración de El Lector Furioso, sino que continuará haciendo reseñas puntuales.
Seguramente habrán escuchado más
de una vez aquello de que los moribundos tienen un súbito periodo de mejoría y
lucidez antes de volver a apagarse lentamente hasta su muerte. Pues bien, eso
es lo que sucede tristemente con este último volumen: el contenido del mismo no
sobrevive a la insana promesa de su enfermiza portada, con ese feto consumido
rodeado de terribles arañas.
Por lo demás, es un número donde
abundan las citas cinéfilas: la excelente The
vampire, me recordó a la cumbre del giallo, La casa dalle finestre che ridono. Gator Bait, con su dibujo chirriante que recrea un caso real de la
crónica negra estadounidense que también tuvo que ser fuente de inspiración
para Tobe Hopper y su Trampa mortal.
La deprimente, Dr. Mirós masterpiece, me recordó a una
frase de Jeremy Irons en Inseparables, cuando dice aquello de que tendría que
haber concursos de belleza para el interior de los cuerpos. La referencia a Mario
Bava en el título The new ecology of
death, es lo único salvable de una historia nefasta, como nefasta es
también ese pseudoHellraiser que es After Life, 30 páginas de estupidez en
grado superlativo.
No tan negativas son The worms crawl, con su extraña mezcla
de imaginería repulsiva y mensaje inquietantemente esperanzador, y oh sopresa, Grue Love de mi comúnmente odiado Rick
Grimes donde es imposible no reir con una grotesca sucesión de críemenes
domésticos, tal vez el mejor el de la mujer que prende fuego a su esposo (y
contempla impasible su agonía) por que se había atrevido a comerse su huevo de
Pascua.
Y se acabó. Taboo terminó ¿Dejó
alguna huella más allá de un agujero financiero en los bolsillos de Stephen
Bissette? Me gustaría decir que sí, que revolucionó el panorama del cómic de
terror, pero la realidad es muy diferente. Hoy en día los cómics de todo género
continúan en una imparable caída libre con escasas excepciones. Y desde luego
los títulos de terror no muestran en modo alguno el escozor y la espumeante
furia homicida que hizo única a esta publicación que se ha convertido antes en
un título maldito y de culto minoritario que en ese punto y aparte que deseaba Stephen Bissette.
Pero no todo ha sido negativo.
Gracias a Taboo, pudimos disfrutar de
uno de los mejores cómics de Alan Moore, From
Hell, así como de uno de los menos malos, The lost girls. Through the
habitrails no será la serie más popular, pero sí una excelente serie de
unos 90 demasiado homogéneos, donde se dilapidaron buena parte de las promesas
de los 80. Otras influencias de Taboo pueden ser la infernal miniserie Rain de Rolf Stark, que cada uno
debería leer bajo su cuenta y riesgo, o el título de culto sobre abducciones
alienígenas The allagash incident. Y
al menos en una antología si podemos encontrar rastro de las nobles
aspiraciones de Bissette. Y no, no me refiero a esa estupidez de Vertigo
titulada Flinch, sino a la majareta
serie onírica (drogadicta más bien) Roarin´Rick
Rarebit Fiends, de ese otro gran genio desconocido que es Rick Veitch y
sobre el que algún día hablaremos aquí en el Blog Sucio.
Muchas gracias por su atención.
Espero que hayan disfrutado leyendo tanto como yo dando a conocer esta
magnífica e imprescindible serie de terror que nunca me cansaré de recomendar.
Y si quisieran conseguirla, ya saben. Hay todo un mercado virtual ahí fuera,
pudiendo empezar con la página amiga Comics que Merecen.
Nos leemos, amigos.
By El Lector Furioso
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