Una cosa es inegable: Los 80 fue
una GRAN década para el cómic en general y el norteamericano en particular. En
los Estados Unidos florecieron las llamadas editoriales independientes,
ofreciendo una alternativa sólida y de calidad a los tebeos de superhéroes que
constituían el grueso de la producción tebeística norteamericana.
Fueron los años de Batman el
señor de la noche y de Watchmen, sí. Pero también los de American Flagg,
Cerebus, Love and Rockets y un larguísimo etcétera que tristemente, parece
condenado a quedar para siempre inédito en nuestro país, ya que, pese al
esfuerzo de algunas editoriales, el público español parece ser reacio a
propuestas que se salgan de cánones rancios y preestablecidos. Y a los fracasos
de Nexus, Cerebus, Elfquest, Jon Sable Freelance, Grimjack, Mage entre otras me
remito.
Lo cual es una lástima, ya que
obras de gran calidad parecen condenadas a no encontrar jamás la oportunidad de
ser publicadas en nuestro país. Obras Maestras como Mr. Monster, la antología
Taboo (ya comentadas), la arrebatadora serie de novelas gráficas Time2, Tyrant,
el grueso de la obra de Rick Veitch y la que hoy nos ocupa, la extraordinaria,
prestigiosa y desconocida The Puma Blues, publicada por el polémico y genial
Dave Sim a través de su sello Aardvark One International, conseguida con
bastante esfuerzo, gracias a la página amiga cómics que merecen.
The Puma Blues fue ya en su día,
una rara (rarísima) avis en el mercado yanqui. Y es que lo osado de la
propuesta no conocía parangón, al menos en el mundo de las viñetas. En un
principio se nos mostraba un familiar panorama futurista deprimente (situado en
el año 2000), en el que un atentado terrorista de extrema derecha había hecho desaparecer
El Bronx con la detonación de un artefacto nuclear. El protagonista de la
serie, Gavia Immer, es un soldado con un pasado difuso, pero que se adivina
violento y conflictivo. Su misión consiste en vigilar el ecosistema de una
Reserva Federal y teletransportar a un laboratorio que se supone está en China
ejemplares de una extrañísima mutación de la manta raya, que tiene la capacidad
de volar. Ni el pasado de Gavia, ni el origen de las manta raya voladoras, ni
la naturaleza de su misión reciben explicación alguna. Antes al contrario:
conforme avanza la serie se va haciendo más y más abstracta llegando en los
últimos números a parecer una inédita fusión entre poesía e imágenes de fuerte
contenido ecologista
Los escasos personajes que
aparecen aparte del protagonista parecen tener una función más anecdótica que
otra cosa: su superior aparece en unas breves viñetas, acompañado de una
enigmática china por la que Gavia parece sentir una especial fascinación; un
profesor de Universidad, activista ecologista, lo traicionará… solo para
contemplar y fotografiar el vuelo de las mantas raya; un robot que pide a su
ama la libertad, y se va a vivir en comunión con la naturaleza y es visto por
última vez andando por el fondo de un lago; y sobre todos ellos el fallecido
padre de Gavia, una presencia espectral que sólo aparece en imágenes borrosas
de video, obsesionado con el Apocalipsis y las intervenciones alienígenas en
nuestro planeta.
Como hemos indicado la serie se va haciendo más y
más impenetrable, sin que encontremos nada parecido a trama o que se le
asemeje. Por poner un parangón, diremos que The Puma Blues comienza como una
película de Terence Malick, para convertirse en algo similar en intenciones al
film experimental Koyaanisqatsi , para enfilar en su recta final en algo así
como una versión de Easy Rider guionizada por William Burroughs y Allen
Ginsgberg (al que, por cierto, se homenajea expresamente). O si se prefiere:
del disco Zombie Birdhouse de Iggy Pop al Gone to earth de David Sylvian y
Robert Fripp. Todo ello dentro de un relato de paranoia muy próximo a Philip K
Dick.
Una Obra Maestra, tristemente
inconclusa ya que solo llegaron en su momento a publicarse 23 números de los 26
originalmente previstos. A ello contribuyeron tres factores: problemas de
distribución (monumental la bronca que hubo en su época con la distribuidora
Diamond Comics), de ventas (que eran bajísimas), y finalmente el inesperado
abandono de la serie por parte de su guionista que, tal y como ha declarado
había cambiado de tal modo que le resultaba imposible seguir escribiendo la
serie.
Tras echar el cierre, sus
debutantes autores (algo que cuesta creer vista la enorme calidad de Puma
Blues), pudieron al fin saborear las miles del éxito: el guionista Stephen Murphy se convirtió en
uno de los guionistas más prolíficos de las temibles Tortugas Ninja, sin dejar
de lado su faceta más comprometida (la desconocida miniserie Umbra). Por su
parte el dibujante, un genial Michael Zulli, cruzó su camino con un tal Neil
Gaiman y el resto es Historia: arcos argumentales de Sandman, la miniserie La
última tentación de Alice Cooper, y otros trabajos que le dieron merecidísima
fama. Y Puma Blues desapareció en el triste olvido…
...O no...
¡Hasta septiembre de 2015! Y es
que, en la que puede calificarse una de las noticias del año, Dover
Publications va a recopilar no solo los 23 números editados, y un minicomic de
escasísima difusión sino que, TACHÁN, ha
logrado reunir a sus autores que están
trabajando en darle el esperadísimo final a una serie iconoclasta, difícil e
imprescindible. Como he dicho ya, y diré las veces que haga falta UNA AUTÉNTICA
OBRA MAESTRA.
EL LECTOR FURIOSO (PERO FELIZ
TRAS LEER PUMA BLUES)
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